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Cómo un Paseo por el Malecón se Convirtió en un Libro (y una Lección sobre la Educación Dominicana)

Un literato con amor a la historia

La mayoría sabe que soy profesor de español, que esa es mi área de formación. Pero no siempre enseñé español. Hace poco tiempo tuve una oportunidad extraordinaria que me permitió aventurarme en la enseñanza de Ciencias Sociales, y fue un proyecto revelador donde aprendí muchísimo y donde descubrí de lo que era capaz cuando decidía salir de mis límites académicos.

Como la historia me ha fascinado desde niño, involucrarme en las Ciencias Sociales y la geografía no representó un salto difícil. Mi amor por las narrativas me convirtió en un investigador natural, con un enfoque que combina curiosidad genuina y rigor metodológico para enseñar historia a los jóvenes.

Si algo he confirmado en mi experiencia docente es que ningún adolescente rechaza una buena historia, sin importar que trate temas políticos o sociales complejos. La clave está en cómo se presenta la narrativa. Desarrollé un formato donde explicaba la historia dominicana como episodios, donde cada lección se convertía en una experiencia única y envolvente.

Pero fue durante una caminata por el entonces no remodelado Malecón de mi natal San Pedro, que todo cambió.

Hay proyectos que se planifican durante meses, con objetivos claros y presupuestos definidos. Y luego están los proyectos que te emboscan un martes cualquiera, los que nacen de una simple caminata y terminan cambiando tu forma de ver la educación. "Ruta Geohistórica: La Historia Viva de San Pedro de Macorís" pertenece a esta segunda categoría.

Nunca me propuse compilar un libro. Me propuse resolver un problema. El libro fue la consecuencia inesperada de algo mucho más grande: descubrir que nuestros estudiantes no necesitan que les enseñemos historia, sino que les enseñemos a hacerla.

Un Museo al Aire Libre que Nadie Veía

Todo comenzó durante mis clases en el Colegio Internacional de Emprendedores Belmart (Antigua Escuela Ana Peña, otrora Colegio San José). El colegio estaba ubicado en Miramar (recientemente cesó operaciones), a pocos metros del malecón de San Pedro de Macorís. Como parte de mi rutina diaria, caminaba por la zona después de clases, y un día —uno de esos días en que la mente está especialmente receptiva— algo hizo clic.

Empecé a contar. No de manera académica, sino con la curiosidad de alguien que de repente ve lo que siempre estuvo ahí. En un radio de apenas dos o tres kilómetros, desde la escuela hasta la Catedral San Pedro Apóstol, había más de 25 edificaciones históricas, monumentos y espacios culturales de una importancia brutal para la identidad dominicana.

El dato que me partió la cabeza: el trayecto a pie desde el malecón hasta la Catedral es de solo 1.6 kilómetros. Un paseo de 22 minutos que te transporta por más de un siglo de historia económica, social y cultural. Museo de San Pedro, Hospital Sagrado Corazón de Jesús, el Parque Duarte, el Palacio Municipal... cada esquina era una página de un libro que mis estudiantes caminaban todos los días sin leer.

Por qué hasta la Catedral: El Corazón Histórico de la "Sultana del Este"

La decisión de delimitar mi investigación hasta la Catedral San Pedro Apóstol no fue arbitraria. Hay una razón geográfica e histórica profunda que cualquier petromacorisano entiende instintivamente: hasta la Catedral es donde realmente late el corazón de lo que conocemos como la "Sultana del Este".


Después de la Catedral, San Pedro de Macorís se aleja del río Higuamo y del mar Caribe, adentrándose en una geografía más terrestre que conecta con las rutas hacia La Romana o Hato Mayor. Esa parte, aunque importante, pertenece a una lógica urbana diferente - más moderna, más conectada con el interior del país que con el mar que le dio origen a la ciudad.

La zona que yo decidí investigar - esa franja sureste-oeste que abraza el malecón - es donde realmente nació San Pedro de Macorís como la conocemos hoy. Aquí está la clave histórica: San Pedro comenzó como un distrito marítimo estratégico. Primero, fue refugio para capitalinos que escapaban de los embates de la ocupación haitiana. Luego, tras la independencia, se convirtió en el punto de escape perfecto para quienes buscaban nuevas oportunidades.

Su ubicación era genial: a solo 70 kilómetros de Santo Domingo, pero con acceso directo al mar Caribe y al río Higuamo. Esa combinación lo convirtió en un imán para inmigrantes de todas partes - árabes, cocolos, europeos, estadounidenses - que vieron en este puerto una puerta de entrada al Caribe y una base perfecta para los negocios del azúcar.

Por eso todas las edificaciones importantes, los monumentos que cuentan la verdadera historia del esplendor de San Pedro a principios del siglo XX, están concentrados en esa franja costera. Cada palacete, cada iglesia, cada edificio comercial de esa zona habla del momento en que San Pedro se convirtió en una de las ciudades más prósperas del Caribe.

Ahí estaba la revelación: la "Sultana del Este" no era solo un apodo poético; era un museo viviente, al aire libre, funcionando a plena capacidad, y la mayoría de nosotros —incluyéndome— pasábamos por su lado como zombis digitales.

La Verdad Incómoda que Cargo desde la Universidad

Esta revelación chocó de frente con una frustración que cargo desde hace años como profesor universitario: nuestros jóvenes llegan a la educación superior sin saber investigar. Y cuando digo "sin saber", no me refiero a técnicas avanzadas. Me refiero a lo básico: hacer una pregunta inteligente, buscar una fuente confiable, organizar información, redactar una conclusión.

Le tienen pánico a las tesis y a los trabajos monográficos. No porque no sean inteligentes —son brillantes cuando se les da la oportunidad—, sino porque el sistema educativo dominicano los ha entrenado para memorizar datos prefabricados, no para producir conocimiento. El currículo no contempla la investigación como una habilidad fundamental, y el resultado es una desconexión total entre el estudiante y su entorno.

Viven en ciudades con historias fascinantes, pero no tienen las herramientas para verlas, para interrogarlas, para hacerlas suyas. Es como tener la llave de un tesoro y no saber que existe la cerradura.

La Solución Inesperada: Cuando el MINERD Me Dio la Oportunidad Perfecta

Y entonces, como una de esas sincronías que te hacen creer en el destino, o como digo yo, "en la providencia divina" el Ministerio de Educación (MINERD) lanzó la iniciativa "La Ruta Geohistórica". Era un programa diseñado para conectar a los estudiantes con el patrimonio histórico y cultural de sus comunidades.

Vi la oportunidad inmediatamente. No como una actividad más del currículo, sino como la excusa perfecta para hacer algo que había estado imaginando: convertir a mis estudiantes de secundaria en investigadores de su propia ciudad.

El MINERD había diseñado una iniciativa ambiciosa que incluía una feria nacional de rutas geohistóricas, pero su perspectiva era naturalmente capitalina - enfocada en Santo Domingo, en los monumentos nacionales, en la historia "oficial" del país. Aunque la estrategia era excelente y me servía como marco metodológico, había que adaptarla completamente a mi realidad: estos muchachos de San Pedro no encontraban ningún tipo de vinculación afectiva con las edificaciones de Santo Domingo, ni con su historia.

¿Cómo iba a motivar a un adolescente de Miramar a investigar sobre el Alcázar de Colón cuando pasaba todos los días por delante del Palacio Municipal o la Gobernación Provincial, sin saber que ahí se habían tomado decisiones que moldearon su ciudad? ¿Cómo iba a despertar su curiosidad por la Catedral Primada cuando tenía la Catedral San Pedro Apóstol a tres cuadras de su casa, con una historia igual de rica pero infinitamente más cercana a su experiencia diaria?

Mi plan era simple pero ambicioso: en lugar de un examen final memorístico sobre fechas y nombres que olvidarían en dos semanas, su evaluación sería una investigación real sobre San Pedro de Macorís. Los iba a sacar del aula. Los iba a convertir en "detectives del tiempo". Su trabajo sería caminar, observar, entrevistar, fotografiar y documentar la historia que se escondía a plena vista.

Era mi oportunidad de enseñarles a ser ciudadanos investigadores de su propio patrimonio - no del patrimonio nacional abstracto, sino del patrimonio concreto que respiraban todos los días.

Más que Edificios: Buscando la "Historia Viva"

Desde el principio, el criterio de selección fue estratégico. No quería que esto fuera otro catálogo de monumentos hermosos pero inertes. La misión era fundamentalmente diferente.

Nos enfocamos en lugares que todavía estuvieran funcionando, que tuvieran una historia rica, sí, pero también un presente dinámico y un futuro tangible. Por eso descartamos deliberadamente sitios como el Antiguo Correo. Aunque es un monumento hermoso y arquitectónicamente significativo, su función actual es limitada, más ornamental que operativa. 

La investigación debía centrarse en la dinámica humana, en los servicios que siguen prestando estas instituciones, en la vida que aún albergan esas paredes centenarias. Queríamos documentar la historia viva, no las reliquias. Queríamos entender cómo el pasado sigue influyendo en el presente, cómo la historia no es algo que pasó, sino algo que sigue pasando.

El Diseño del Experimento: Los Marcos que Usé

Una vez que decidí implementar la Ruta Geohistórica en San Pedro de Macorís, necesitaba una estructura sólida. El MINERD había proporcionado un marco general excelente, pero yo tenía que adaptarlo a la realidad específica de mis estudiantes.

El Reto Metodológico: Entre el Rigor y la Accesibilidad

Aquí enfrenté un dilema complejo que cualquier educador que haya intentado algo similar entenderá inmediatamente. Por un lado, tenía experiencia sólida en metodología de investigación científica: había sido asesor de numerosas tesis y monográficos, había guiado a más de una decena de estudiantes universitarios en procesos de investigación formal. Conocía perfectamente los marcos teóricos, las revisiones de literatura, los marcos metodológicos, referenciales y conceptuales que estructuran una investigación académica rigurosa.

Pero por otro lado, tenía un reto inicial crucial: esta experiencia no podía convertirse en una tesis. Estaba trabajando con estudiantes de secundaria, en un currículo que no contempla este tipo de investigación formal. Sin embargo, tenía que crear un documento investigativo que trascendiera la etiqueta de "simple tarea escolar" y se convirtiera en un proyecto de investigación legítimo.

Eso me llevó a una conclusión incómoda pero necesaria: no podía ponerles marcos teóricos tradicionales, ni revisión de literatura, ni marcos metodológicos, referenciales o conceptuales en el sentido académico formal. Esto iba a desvirtuar completamente el propósito, además de que no tenía el tiempo necesario para explicar conceptos de educación superior que usualmente, en los planes de estudio universitarios, se tardan hasta tres semestres —año y medio o dos años— para explicárselos bien a los estudiantes.

Comprendo perfectamente que estos marcos son rigurosos, necesarios y fundamentales en la investigación académica. Pero también comprendo que no son atractivos para adolescentes, que no se aprenden fácilmente, y que no se autorregulan fácilmente por el nivel de esquematización lógica que requieren estos tipos de conceptos.

La Solución: Un Nuevo Esquema de Investigación

Así que tuve que crear un nuevo modelo de investigación que fuera académicamente serio pero pedagógicamente accesible. Decidí usar la figura del "Marco", una palabra familiar en el mundo de la investigación, pero le di un contenido completamente nuevo, práctico y lógico, diseñado para que un joven pudiera entenderlo y aplicarlo. Esto resultó en un esquema de investigación que hoy me doy cuenta puede ser replicado en otras esferas educativas: usar la figura del "marco" como elemento conocido, pero adaptándolo para delimitar enfoques específicos y accesibles.

Marco Introductorio: Aquí los estudiantes debían presentar el lugar investigado, explicar su importancia y justificar por qué lo habían seleccionado. Pero no quería respuestas genéricas copiadas de Wikipedia. Les pedí que formularan preguntas específicas sobre la relación entre ese lugar y su vida cotidiana.

Marco Histórico: Esta era la parte más tradicional - origen, historia, fechas destacadas, personajes importantes. Pero con un twist: no podían limitarse a fuentes secundarias. Tenían que encontrar al menos una fuente primaria o una entrevista con alguien que tuviera conexión directa con la historia del lugar.

Marco Analítico: Aquí venía lo interesante. Los estudiantes debían describir la infraestructura actual, los servicios que ofrece, los horarios, el personal. Era antropología aplicada: ¿cómo funciona este lugar HOY? ¿Quién lo usa? ¿Para qué? ¿Cómo ha cambiado?

Marco Evaluativo: La parte más desafiante. Tenían que explicar las funciones actuales del lugar, argumentar su valor histórico y cultural, y - esto era clave - proponer mejoras concretas. No podían limitarse a describir; tenían que analizar y proponer.

Recapitulación Final: Síntesis de todo lo aprendido, reflexión personal sobre la experiencia de investigación, recomendaciones del estudiante para la mejora del lugar investigado, y - mi pregunta favorita - "¿Qué descubriste sobre tu ciudad que no sabías antes?"

La Innovación Pedagógica Accidental

Esta estructura me permitía evaluar no solo el contenido histórico, sino las habilidades de investigación, análisis crítico y propuesta de soluciones, pero sin abrumar a los estudiantes con terminología y exigencias conceptuales que estaban muy por encima de su nivel académico actual.

Lo que descubrí después es que había creado, sin proponérmelo conscientemente, un puente metodológico: una forma de introducir a estudiantes de secundaria en el pensamiento investigativo riguroso, pero usando un lenguaje y una estructura que ellos podían dominar y que les resultaba estimulante en lugar de intimidante.

El éxito del proyecto me demostró que a veces la innovación educativa más efectiva surge cuando tienes que resolver la tensión entre "lo que sabes que funciona académicamente" y "lo que necesitas que funcione pedagógicamente con tu audiencia específica".

La Logística: Cómo Organicé el Caos Creativo

Implementar este proyecto requería una logística cuidadosa y, seamos honestos, una supervisión constante. No podía simplemente decirles "vayan a investigar" y esperar milagros. Estamos hablando de adolescentes con rangos muy diversos, de edades entre 12 años y 19, no de investigadores graduados. Por ejemplo, a los de 1ro de Secundaria por ser mas pequeños y mas vulnerables para asimilar este proceso de manera interior, los dividí en dos equipos para que investiguen su propia escuela, para así no tener que salir del centro y los administrativos le facilitaron todo lo requerido para la ejecución final del proyecto, donde hasta padres fueron colaboradores del respectivo proyecto investigativo.

Los de 2do de Secundaria lo asumieron con mayor madurez y todas sus investigaciones fueron mas autónomas (siempre con mi supervisión constante) y así sucesivamente con los de 3ro de Secundaria y de esta manera, los demás cursos del Segundo Ciclo.

Formación de Equipos: Organicé grupos de máximo 6 estudiantes por sitio. ¿Por qué seis? Porque quería que todos tuvieran la oportunidad de participar activamente en las entrevistas y presentaciones, pero también necesitaba suficientes personas para cubrir diferentes aspectos de la investigación. Pero aquí viene la parte que no aparece en ningún manual: tuve que estar presente en la formación de cada equipo, equilibrando personalidades, asegurándome de que cada grupo tuviera al menos un estudiante con iniciativa y otro con habilidades de escritura. Por supuesto hubieron equipos mas pequeños y esos trabajaron mejor para la cohesión del proyecto, ya que la matriculatura del lugar ya no era muy amplia entonces (aunque eso nunca fue limitante)

Asignación de Sitios: Aquí fue donde la geografía de San Pedro jugó a nuestro favor. Dividí la ciudad en rutas lógicas basadas en proximidad y temática. Un grupo investigaría el Hospital Sagrado Corazón y la Iglesia Bíblica Cristiana (ruta de servicios comunitarios). Otro se enfocaría en el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio (ruta institucional). Otro en la Catedral San Pedro y el Museo (ruta cultural). Pero cada asignación la hice yo, conociendo las capacidades de cada estudiante y las exigencias específicas de cada sitio.

El Apoyo Institucional Crucial: Aquí tengo que reconocer algo fundamental: este proyecto no habría existido sin el respaldo total de las Dirección del Centro y la parte administrativa. La señora Yulissa Beltré, como directora del colegio, y Grisel Vázquez, como secretaria docente, no solo aprobaron este experimento pedagógico sino que se convirtieron en facilitadoras activas del proceso.


Cuando llegué con esta idea un poco loca de sacar a los estudiantes del aula para que fueran a hacer investigación real por toda la ciudad, ellas no me dijeron "pero eso no está en el currículo tradicional". Me dijeron "¿qué necesitas para que funcione?" Y esa diferencia fue crucial.

Grisel me ayudó con todos los permisos oficiales, las cartas de presentación institucional, las firmas que necesitábamos para que los estudiantes pudieran entrar a hospitales, ayuntamientos, iglesias. Yulissa respaldó el proyecto cuando algunos padres preguntaron por qué sus hijos estaban "saliendo tanto del colegio". Sin ese apoyo administrativo, yo habría estado perdido en papeleo y burocracia.

La realidad es que aunque el mérito final es de los estudiantes que investigaron con dedicación, este fue un proyecto de equipo desde el primer día. Sin la confianza de estas dos mujeres en mi visión —sin que me preguntaran demasiado en qué me estaba metiendo— el proyecto no habría pasado de ser una idea interesante.

El Cronograma Real (y Mi Papel de Coordinador Permanente): Aunque el proyecto lo planteé temprano en Enero a toda la comunidad de Secundaria, ya que se nos comunicó sobre la Ruta en diciembre del 2023, desde el Distrito 05-02,  no fue hasta Marzo que decidí como mes, para empezar el proyecto y así comenzar a elaborar cartas de presentación y hacer las primeras visitas. Abril para las entrevistas formales y recopilación de información. Mayo para la redacción y síntesis. Junio para las presentaciones finales. Pero aquí está lo que realmente pasó: yo estaba todos los días preguntando, recordando, supervisando.

"¿Ya llamaron al hospital?" 

"¿Cuándo es la cita con el director?" 

"¿Trajeron las preguntas que preparamos?" 

"¿Dónde están las fotos de la semana pasada?"

Algunos estudiantes lo interpretaron y lo veo normal en cierto sentido, como mi comportamiento era algo fastidioso concerniente al rigor metódico en el proceso, pero sabía lo que estaba haciendo: no era micromanejo; era supervivencia del proyecto. Un proyecto de esta envergadura, sabía que era ambicioso  y estaba consciente de que estaba pidiendo a adolescentes que hicieran trabajo de investigadores adultos, y estaba convencido de que sin mi presencia constante, esto se desmoronaría en dos semanas. No tengo ninguna dudas de lo tal, al respecto.

Las Reuniones de Seguimiento Semanales: Cada viernes, sin excepción, cada equipo me reportaba progreso. No reportes escritos formales, sino conversaciones de pie en el pasillo donde yo podía evaluar realmente qué habían hecho, qué no habían hecho, y qué necesitaban para la siguiente semana. Aquí es donde detectaba los problemas antes de que se volvieran crisis: "El director no estaba" se convertía en "vamos a llamar juntos ahora mismo para reagendar la cita".

Mi Rol de Facilitador Activo: No era solo el profesor que asigna el trabajo y espera resultados. Yo hacía las llamadas iniciales de presentación. Yo acompañaba a los equipos más tímidos en sus primeras visitas. Yo revisaba las preguntas de entrevista antes de cada cita importante. Yo negociaba con las instituciones cuando había resistencia inicial.

Las Herramientas (y Su Uso Supervisado): Cada equipo tenía que llevar una libreta de campo (nada digital al principio), una cámara para evidencias, y cartas oficiales del colegio para presentarse ante las instituciones. También desarrollé un documento de consentimiento informado - porque esto era investigación real, con personas reales. Pero cada herramienta requería capacitación previa. Les enseñé cómo tomar notas de campo, cómo hacer preguntas de seguimiento, cómo pedir permisos para fotografías.

La Evaluación (Construida Paso a Paso): Reemplazó completamente el examen final tradicional. Su calificación dependía 60% de la calidad de la investigación, 30% de la presentación oral, y 10% de su capacidad para responder preguntas del "jurado" - que formé con otros profesores del colegio. Pero cada porcentaje se construía semana a semana, con evaluaciones parciales constantes que me permitían redirigir equipos que se estaban quedando atrás.

La realidad es que aunque ahora suena romántico y fluido, fue un proceso que requirió de mi atención diaria, constante e intensa. No podía confiar en que los adolescentes mantuvieran la disciplina de investigación por sí solos. Tenía que ser el motor que mantuviera todo el proceso en movimiento, todos los días, durante cuatro meses. Pero nunca estuve solo en eso: tenía un equipo administrativo que creyó en la visión sin saber exactamente dónde nos llevaría.

La Satisfacción del Trabajo de Campo en Acción

Lo que pasó después superó todas mis expectativas más optimistas.

Vi a jóvenes que nunca habían hecho una entrevista formal, preparándose para hablar con directores de empresas, con sacerdotes, con líderes comunitarios. Vi cómo el miedo inicial se transformaba en curiosidad genuina. Vi cómo la historia dejó de ser una materia aburrida en un libro polvoriento para convertirse en su descubrimiento personal.

Algunos estudiantes llegaron con entrevistas que me sorprendieron por su profundidad. Otros trajeron fotografías que capturaban detalles arquitectónicos que yo había pasado por alto durante años. Vi cómo desarrollaban criterio para distinguir entre fuentes confiables y rumores urbanos. Vi cómo aprendían a hacer las preguntas correctas y a escuchar las respuestas con atención crítica.

Un ejemplo que me marcó: una estudiante me llegó con una entrevista al director del Hospital Sagrado Corazón de Jesús donde no solo había investigado la historia del edificio, sino que había documentado cómo los cambios arquitectónicos reflejaban la evolución de la medicina en San Pedro de Macorís durante el siglo XX. A los 16 años, estaba haciendo historia social aplicada.

Pero lo más impactante fue ver cómo se apropiaron del proyecto. Dejó de ser una tarea escolar para convertirse en algo personal. Estaban descubriendo que eran capaces de generar conocimiento, no solo consumirlo.

El Resultado: Un Testamento Escrito por Estudiantes

Cada capítulo del libro que finalmente compilé es el resultado directo del trabajo de campo de estos jóvenes investigadores. Mi rol fue el de coordinador y asesor metodológico: les di la estructura de investigación, les enseñé las técnicas básicas de entrevista, los acompañé en las primeras visitas, pero el mérito intelectual es completamente de ellos.


Ellos fueron quienes hicieron las preguntas difíciles, quienes caminaron las calles bajo el sol del mediodía, quienes convencieron a extraños de que compartieran sus historias. Ellos fueron quienes escribieron las primeras líneas de su propia historia como investigadores.

Al final, este libro no es solo sobre San Pedro de Macorís. Es sobre el potencial que se desbloquea cuando dejamos de subestimar a nuestros jóvenes. Es la prueba tangible de que la mejor forma de aprender sobre el patrimonio no es leer sobre él en un salón climatizado, sino salir a descubrirlo, interrogarlo y documentarlo bajo el sol caribeño.

El Giro Inesperado: Lo Que Realmente Cambió

Esperaba que este proyecto cambiara la percepción de mis estudiantes sobre la historia. Lo que no esperaba era que cambiara mi percepción sobre las posibilidades de la educación pública dominicana.

Me di cuenta de que los cambios más profundos en la educación no vienen necesariamente de grandes reformas curriculares o de tecnologías revolucionarias. A veces vienen de un profesor dispuesto a sacar el aula a la calle, a confiar en que sus estudiantes encontrarán el camino si les das las herramientas correctas y la libertad para usarlas.

El MINERD nos había dado una oportunidad extraordinaria con la Ruta Geohistórica. Mi trabajo fue simplemente adaptarla a la realidad específica de San Pedro de Macorís y confiar en que mis estudiantes estaban listos para mucho más de lo que cualquier manual podría anticipar.

Al final, "Ruta Geohistórica" se convirtió en algo que no planeé pero que necesitaba: la demostración de que nuestros jóvenes están listos para ser protagonistas de su propia educación. Solo necesitan que confiemos en ellos lo suficiente como para salir del aula y dejarlos descubrir que son capaces de hacer historia, no solo de memorizarla.

A veces, los mejores proyectos educativos nacen cuando dejas de planificar tanto y empiezas a caminar más. Y a veces, la mejor forma de honrar una iniciativa ministerial es tomarla en serio y llevarla más lejos de lo que sus creadores originales imaginaron.


"Ruta Geohistórica: La Historia Viva de San Pedro de Macorís" está disponible en dos tomos que documentan completamente esta investigación estudiantil:

TOMO 1

Instituciones Educativas, Culturales, Religiosas y de Salud

Contenido:

  • Colegio Internacional de Emprendedores BELTMART
  • Colegio Episcopal San Esteban
  • Colegio Bíblico Cristiano
  • Colegio Los Pininos
  • Universidad Autónoma de Santo Domingo (CURSAPEM)
  • Iglesia Bíblica Cristiana
  • Museo de Historia de San Pedro de Macorís
  • Catedral San Pedro Apóstol
  • Hospital Católico Sagrado Corazón de Jesús
  • Cruz Roja Dominicana - Filial San Pedro
  • Centro Médico UCE

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TOMO 2

Instituciones Gubernamentales, Cívicas y Espacios Urbanos

Contenido:

  • Ayuntamiento de San Pedro de Macorís
  • Gobernación Provincial de San Pedro de Macorís
  • Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes
  • Cámara de Comercio y Producción de San Pedro de Macorís
  • Almacenes Iberia
  • Panadería Panipueblo
  • Malecón de San Pedro de Macorís
  • Parque Duarte
  • Universidad Central del Este

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Cada tomo incluye las investigaciones originales realizadas por los estudiantes de secundaria del Colegio Internacional de Emprendedores BELTMART, con fotografías, entrevistas, análisis histórico y propuestas de mejora para cada institución estudiada.

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