En los últimos años se ha vuelto común encontrar en plataformas como Instagram o TikTok ciertos videos donde algunos usuarios, entre bromas y tono festivo, afirman cosas como:
“Si yo que me copiaba y sacaba 6 me la estoy pasando genial, no quiero imaginar los que sacaban 10… deben andar paseando por Júpiter”.
A simple vista parecen graciosos, hasta inocentes. Pero cuando se observa el patrón detrás de ese tipo de publicaciones, surge algo más profundo: un tono de revancha, de compensación emocional, y a veces, un claro resentimiento hacia quienes fueron más aplicados, responsables o brillantes en su época escolar.
La Psicología del Resentimiento Académico
Las Heridas del Pasado
Durante los años formativos, el sistema educativo tradicional establece jerarquías claras basadas en el rendimiento académico. Los estudiantes "destacados" reciben reconocimiento, privilegios y, a menudo, admiración social. Para quienes no encajaban en este molde, la experiencia puede generar sentimientos de inadequación, frustración y, eventualmente, resentimiento.
Estos sentimientos no desaparecen con la graduación. Se enquistan en el subconsciente, esperando una oportunidad para ser "redimidos". Cuando estas personas encuentran éxito económico en la adultez, ven una oportunidad de invertir las tornas, de demostrar que el sistema educativo "se equivocó" al valorar la inteligencia académica sobre otros tipos de capacidades.
La Trampa de la Validación Externa
Lo problemático de esta mentalidad es que reduce todo el espectro del valor humano a una métrica externa: la riqueza material. Es una forma de validación tan superficial como la que criticaban en el sistema académico. Han cambiado una vara de medir por otra, pero siguen necesitando que otros reconozcan su valor para sentirse completos.
Esta búsqueda de validación revela una profunda inseguridad. Una persona genuinamente segura de sí misma no necesita demostrar su éxito a sus antiguos compañeros de clase. No vive en función de las opiniones o supuestas envidias de otros. Simplemente vive su vida según sus propios valores y metas.
La necesidad de validar el presente humillando el pasado
¿Qué nos lleva a necesitar decirle al mundo que “nos va bien a pesar de no haber sido buenos en la escuela”? ¿Por qué esa necesidad de burlarse de los que sí se esforzaron? ¿Qué se quiere demostrar?
Este tipo de discursos parten de una narrativa que tiene raíces profundas en el imaginario colectivo: la del “vivo” que se las ingenia sin estudiar, frente al “nerd” obediente que nunca supo disfrutar. Es una idea vieja, que en muchos casos se usa para justificar la falta de esfuerzo, y otras veces para redimirse de la sensación de no haber estado a la altura.Pero lo preocupante no es que alguien haya sacado malas notas, sino que años después, siga intentando saldar esa deuda interna ridiculizando a quienes sí se tomaron en serio su formación. Esa necesidad de revancha revela que todavía duele algo que no se sanó.
La buena vida no se mide con una tabla ajena
¿Y si alguien es feliz escribiendo libros, educando jóvenes, investigando, enseñando, ayudando en comunidades, trabajando con ética, o simplemente teniendo una vida tranquila y plena? ¿Vale menos porque no está en un yate o no hizo un reel con una frase ingeniosa? Esto es absurdo y tonto cuanto menos (el mar me marea).
El verdadero éxito no se mide en comparación con otros, sino en la alineación entre tus valores, tus acciones y tu sensación de plenitud. Si estás viviendo de acuerdo a tus principios, si estás creciendo como persona, si tienes relaciones significativas y si sientes que estás contribuyendo de alguna manera al mundo, entonces eres exitoso, independientemente de tu cuenta bancaria o tu título universitario.
Lo que nos lleva a la siguiente declaracion: El éxito no es absoluto: es personal. Cada quien debe definir qué significa tener una vida buena y plena para sí mismo. Cuando alguien necesita ridiculizar otra forma de vida, es porque todavía no está en paz con la suya.
Para los que se portaron bien… y para los que no
Este mensaje es para ambos grupos:
Para los que, como yo, fueron estudiantes aplicados, íntegros, que no copiaban ni ayudaban a copiar:
No te avergüences de haber tenido principios. No caigas en la trampa de creer que todo ese esfuerzo fue en vano. La ética, la constancia y la responsabilidad sí dejan huella, aunque a veces no sea inmediata ni mediática. Tu camino vale, y vale mucho. El mundo también necesita mentes íntegras, comprometidas, que construyan con profundidad, no con likes.
Y para quienes hoy hacen videos riéndose del pasado y de sus excompañeros “nerds”:
Ojalá que de verdad estés viviendo bien. Pero si necesitás seguir mencionando a quienes te sacaban ventaja en la escuela para validar tu presente, tal vez no se trate de éxito, sino de una vieja herida sin sanar. No necesitás ganarle a nadie. Basta con que estés en paz con lo que construís, y que sea real.
Una vida con sentido no necesita revancha
El problema nunca fue no haber sacado 10, sino convertir esa frustración en desprecio hacia quien sí lo hizo. Tampoco el mérito está solo en las calificaciones: está en cómo decidimos construirnos. Y eso va más allá de notas, lujos o poses.
La verdadera “buena vida” no es la que se presume en un reel, sino la que se vive con coherencia, con dignidad y en paz con uno mismo.
Una Perspectiva Más Amplia: Múltiples Caminos, Múltiples Éxitos
La realidad es que vivimos en un mundo complejo donde el éxito puede tomar múltiples formas:
- El empresario que construye una empresa millonaria y genera empleos
- El maestro que transforma vidas en el aula
- El científico que hace descubrimientos importantes
- El artista que inspira y emociona
- El padre o madre que cría hijos felices y equilibrados
- El activista que lucha por causas justas
- El profesional que encuentra satisfacción en el trabajo bien hecho
Ninguno de estos caminos es inherentemente superior a los otros. Cada uno contribuye al tejido social de manera diferente y valiosa.
Las plataformas digitales amplifican estas dinámicas de comparación y resentimiento. Los algoritmos favorecen el contenido que genera emociones fuertes, incluyendo la indignación, la envidia y el resentimiento. Esto crea un ecosistema donde este tipo de contenido "vengativo" se viraliza, reforzando estas mentalidades tóxicas.
Es crucial recordar que las redes sociales muestran versiones curadas y exageradas de la realidad. La persona que presume su yate puede estar profundamente infeliz, endeudada, o viviendo una vida vacía detrás de las cámaras. La felicidad real rara vez se puede capturar en un video de 30 segundos.
Hacia una Madurez Emocional Colectiva
Este fenómeno de los "reels de venganza" nos invita a reflexionar sobre la madurez emocional colectiva de nuestra sociedad. Nos muestra cómo las heridas no procesadas del sistema educativo pueden manifestarse décadas después en las redes sociales.
La solución no está en demonizar a ningún grupo, sino en desarrollar una comprensión más sofisticada del éxito, la realización personal y la validación. Necesitamos:
- Sistemas educativos más inclusivos que reconozcan y valoren diferentes tipos de inteligencia y talentos
- Madurez emocional individual para procesar las heridas del pasado sin proyectarlas en otros
- Definiciones personales auténticas del éxito que no dependan de la comparación con otros
- Uso consciente de las redes sociales que no alimente ciclos de comparación y resentimiento
Al final, la vida es demasiado corta y preciosa para desperdiciarla en resentimientos del pasado o en la necesidad de demostrar superioridad a otros. El verdadero éxito radica en encontrar paz con uno mismo, vivir de acuerdo a los propios valores, y contribuir positivamente al mundo, independientemente de si esa contribución se refleja en una cuenta bancaria, un título académico, o un video viral.
La madurez llega cuando podemos celebrar genuinamente los diferentes tipos de éxito, incluyendo los nuestros y los de otros, sin necesidad de competencia o comparación. Es cuando entendemos que el mundo es lo suficientemente grande para que todos prosperen de acuerdo a su propia definición de prosperidad.