El que esté libre de pecado...
La Reina-Valera, la piedra, y la Biblia que sigue reinando en español
Hay frases o expresiones que se deslizan desde las páginas sagradas hasta la boca del pueblo, y una de ellas es, sin duda, aquella sentencia que Jesús lanzó ante una multitud con piedras en las manos y juicio en los ojos:
"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra."
La escuché, casi al pasar, mientras viajaba rumbo a Pedernales a visitar a unos familiares. Me sacó una sonrisa pensar cómo ciertos versículos bíblicos de la Reina-Valera se han convertido en adagios fundamentales del refranero criollo dominicano. Como si se tratara de una epifanía, empezaron a venirme a la mente un torrente de pasajes de esa misma versión vetusta que hoy se repiten como proverbios tajantes en cualquier conversación —aunque se dé lejos de un púlpito o un templo.
Aunque esta frase proviene de una escena evangélica cargada de tensión moral (Juan 8:7), lo curioso es cómo ha trascendido su origen religioso y se ha instalado cómodamente en el habla popular hispana. Hoy cualquiera la usa: en una sobremesa, en una discusión cotidiana, en redes sociales. Pero, ¿por qué esta frase, y no otra, se volvió tan popular? ¿Tiene el mismo peso en inglés? ¿Y es cierto que ni siquiera estaba en los manuscritos bíblicos más antiguos?
Vamos por partes.
Un episodio que no siempre estuvo
El famoso episodio de la mujer sorprendida en adulterio aparece en Juan 8:1-11, pero con un asterisco importante. Los manuscritos más antiguos y fiables del Evangelio de Juan no contienen esta historia. No está en los papiros ni códices del siglo IV (como el Sinaítico o el Vaticano). De hecho, en algunos manuscritos más tardíos aparece incluso en el Evangelio de Lucas. Todo indica que se trató de una inserción posterior, quizá basada en una tradición oral.
Aun así, la historia fue preservada, aceptada por muchas comunidades cristianas y conservada con reverencia. ¿Por qué? Porque retrata como pocas el espíritu de Jesús: compasivo, justo, y profundamente humano.
El poder de una buena traducción
La fuerza proverbial que tiene esta frase en español se debe, en gran medida, a la forma en que fue traducida en la Reina-Valera desde sus orígenes en el siglo XVI. Ya en la primera versión completa del Nuevo Testamento en castellano —la Biblia del Oso de 1569—, se leía con un ritmo solemne y directo:
Incluso con el castellano antiguo, la frase contenía ya ese tono sentencioso y casi litúrgico. Con el tiempo, las revisiones como la de 1960 afinaron la sintaxis, pero conservaron la música:
"El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella."
Casiodoro de Reina no solo tradujo un versículo: le dio forma de proverbio, de advertencia atemporal, que caló en la conciencia colectiva del mundo hispano. Lo que suena como revelación en el templo, también suena como consejo en la calle.
La sinfonía de las traducciones modernas
Si observamos cómo las diferentes versiones en español han abordado este pasaje, descubrimos algo fascinante: todas mantienen esa estructura proverbial que Reina y Valera establecieron. La fórmula "el que... sin pecado... arrojar la piedra" se ha convertido en una plantilla que trasciende las actualizaciones lingüísticas.
La Reina-Valera Contemporánea apenas moderniza el lenguaje: "Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra." La Nueva Versión Internacional prefiere "libre de pecado" en lugar de "sin pecado", pero mantiene la cadencia. La Traducción en Lenguaje Actual opta por la sencillez: "Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra", mientras que la Nueva Traducción Viviente añade dramatismo: "¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!"
La Dios Habla Hoy mantiene un tono cercano al habla diaria: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra." La Biblia de las Américas conserva la formalidad evangélica: "El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra." La Biblia Latinoamericana y la Biblia al Día siguen patrones similares, todas preservando esa arquitectura verbal que hace del versículo un refrán natural.
Lo notable es que, sin importar cuán coloquiales o académicas sean estas versiones, todas conservan esa arquitectura verbal que hace del versículo un refrán natural. Es como si el molde creado por los traductores del siglo XVI fuera imposible de romper sin perder la esencia.
El contraste inglés: cuando la traducción no baja del púlpito
En inglés, la frase existe, claro. Pero no se ha vuelto proverbial. Las versiones como:
"Let him who is without sin among you be the first to throw a stone at her." (ESV)
Las traducciones más modernas intentan acercarse al habla diaria. La Contemporary English Version se vuelve casi conversacional: "If any of you have never sinned, then go ahead and throw the first stone at her!" La New Living Translation añade énfasis emocional: "All right, but let the one who has never sinned throw the first stone!" La Amplified Bible expande el sentido: "Let him who is without sin among you be the first to throw a stone at her." Versiones como la Berean Standard Bible, la Common English Bible, la Evangelical Heritage Version y la Easy-to-Read Version mantienen variaciones similares, todas buscando claridad sin sacrificar precisión.
Incluso la célebre paráfrasis de Eugene Peterson, The Message, intenta un lenguaje completamente contemporáneo: "The sinless one among you, go first: Throw the stone." Pero ninguna ha logrado lo que la Reina-Valera consiguió en español: convertir las escrituras en sabiduría popular.
Cuando un angloparlante cita esta frase, usualmente es en contextos religiosos o formales. En español, en cambio, la escuchamos en discusiones familiares, debates políticos, y hasta en memes de redes sociales. La Reina-Valera hizo que el texto sagrado tuviera eco de pueblo, sin perder su peso divino. Es lo que la hace diferente de las versiones anglo y también de otros idiomas (para no extender la ponencia, no amplio esta parte), pero se manifiesta que aunque es cierto que cada verdad hace fidedigna el principio en el contenido antiguo, la Reina-Valera, tienen ese componente idiomático que le da carácter refranesco mientras a la vez mantiene la solemnidad de un texto antiguo castizo.
Poesía que se canta: los Salmos
Esta capacidad de elevar el lenguaje sin volverlo inaccesible se nota especialmente en los Salmos. Textos como el Salmo 23, 121, 133 o 1 tienen en Reina-Valera un tono que roza la poesía lírica, sin dejar de ser oración. Veamos:
"Jehová es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar..."
(Salmo 23:1-2)
O este:
"Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová..."
(Salmo 121:1-2)
La Reina-Valera logra que cada salmo se pueda recitar como una canción antigua, como un himno personal y colectivo a la vez. Esa musicalidad no está en todas las versiones modernas, que muchas veces privilegian la claridad por encima del ritmo.
Traducir no es solo informar
Hoy existen más de 30 versiones modernas de la Biblia en español: en lenguaje sencillo, inclusivo, juvenil, académico, ecuménico. Muchas son valiosas. Muchas corrigen ambigüedades o hacen el texto más accesible para nuevos lectores. Pero en medio de esa abundancia, la Reina-Valera sigue reinando.
¿Por qué?
Porque no se limitó a traducir. Creó una atmósfera. Una forma de hablar de Dios que suena seria sin ser lejana, bella sin ser artificial. Una Biblia que se puede predicar, memorizar, cantar, llorar y gritar. Una Biblia que suena.
La Biblia como memoria cultural
La Reina-Valera no es solo un texto sagrado: es también un patrimonio lingüístico y emocional. Frases como:
"Ninguna arma forjada contra ti prosperará..." (Isaías 54:17)
"Lámpara es a mis pies tu palabra..." (Salmo 119:105)
"Deléitate asimismo en Jehová..." (Salmo 37:4)
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece..." (Filipenses 4:13)
"Todas las cosas obran para bien para los que aman a Dios..." (Romanos 8:28)
"El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente..." (Salmo 91:1)
"No solo de pan vivirá el hombre..." (Mateo 4:4)
"Jehová es mi pastor; nada me faltará..." (Salmo 23:1)
"Clama a mí, y yo te responderé..." (Jeremías 33:3)
"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa..." (Hechos 16:31)
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar..." (Mateo 11:28)
"El gozo del Señor es mi fortaleza..." (Nehemías 8:10)
"Más bienaventurado es dar que recibir..." (Hechos 20:35)
"Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31)
"Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús..." (Romanos 8:1)
"El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?" (Salmo 27:1)
"Yo soy el camino, la verdad y la vida..." (Juan 14:6)
"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo anda como león rugiente..." (1 Pedro 5:8)
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán..." (Mateo 24:35)
"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón..." (Proverbios 4:23)
"Porque de tal manera amó Dios al mundo..." (Juan 3:16)
Ya no son solo versículos. Son parte del español que hablamos, parte de la fe que vivimos, parte de la memoria que compartimos. Son pasajes que recitan hasta los que no son conversos o poco conocedores del libro más vendido de la historia.
Quizás el verdadero milagro de la Reina-Valera no esté en su fidelidad al griego o al hebreo originales, sino en su capacidad de hacer que lo eterno suene familiar y lo familiar suene eterno. Cuando alguien dice "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", no está simplemente citando la Biblia: está invocando siglos de sabiduría popular, está recordando que todos somos vulnerables, que todos necesitamos misericordia.
Más que una traducción, un legado
Es posible que algunas de sus expresiones suenen "viejas" o "altisonantes". Pero hay una diferencia entre lo arcaico y lo elevado. La Reina-Valera no busca sonar moderna, sino eterna. No busca simplificar lo sagrado, sino hacerlo resonar en el corazón. Y en eso, ha ganado la fidelidad de generaciones.
Cuando una persona escucha un Salmo, un proverbio o una frase de Jesús en Reina-Valera, reconoce algo. Puede no saber que está leyendo una Biblia del siglo XVI, pero siente que está tocando algo profundo, legítimo, ancestral.
Su castellano no es el español moderno, pero tampoco ha quedado obsoleto. Su estilo recuerda al de los refranes y cantares populares: formal, sí, pero cargado de ritmo, memoria oral y sabiduría de vida. Cuando traduce "El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra…", no solo está traduciendo un concepto, sino también una atmósfera, un momento sagrado que a la vez suena familiar. Podría decirlo un profeta… o tu abuela.
No... No se trata de nostalgia, sino de función
Las nuevas traducciones han hecho avances valiosos. Hacen que el texto bíblico sea más accesible para nuevos lectores, para jóvenes, para personas que no crecieron en un contexto religioso. Pero aún así, en momentos solemnes —una predicación, un funeral, una boda, una oración— la voz que muchos quieren oír no es la más moderna, sino la más familiar. Y esa, casi siempre, es la Reina-Valera.
Otras traducciones modernas —más técnicas, más claras— han tratado de actualizar el lenguaje, y eso es valioso. Pero en el camino, muchas veces pierden ese equilibrio sutil que tiene la Reina-Valera entre majestad bíblica (propia de un texto sagrado), ternura coloquial (la que entra en el alma), y precisión teológica (sin simplificaciones burdas). Esa combinación no se logra fácilmente.
Algunos creen que su uso es por costumbre, o porque "así se aprendió siempre". Pero en realidad, la Reina-Valera funciona bien como texto litúrgico, como herramienta de estudio y como fuente de memoria colectiva. Sus frases han sido memorizadas, cantadas, dramatizadas. Son parte del acervo oral de iglesias, familias y comunidades enteras.
En resumen
Verdad axiomática que se convierte en un patrimonio cultural
Entonces sí: la Reina-Valera es un estándar no porque sea perfecta, sino porque es reconocible, respetada y entrañable. Conserva lo esencial del mensaje bíblico, pero lo hace con un lenguaje que suena a evangelio… y también a casa. Porque más allá de la teología y de la lingüística, se ha convertido en parte de la memoria espiritual del mundo hispano.
Es el poder de una traducción que no solo informa, sino que transforma. Que no solo comunica, sino que perdura. Que no solo traduce palabras, sino que crea cultura. Y eso no se improvisa. Se construye con siglos de lectura, oración, predicación y, sí, también con esa chispa de belleza que la lengua castellana tiene cuando se pone seria sin ser seca.
La frase de Jesús sobre la piedra se mantuvo no solo por lo que dice, sino por cómo se escucha. La Reina-Valera, con su castellano sobrio y fuerte, hizo que esa advertencia sonara como un proverbio eterno. Hizo lo mismo con los Salmos, con los proverbios, con las cartas y los evangelios. Creó una Biblia para el alma y para el oído.
Por eso, aunque vengan nuevas traducciones, más técnicas, más modernas, más inclusivas, hay algo que sigue pasando una y otra vez: cuando llega el silencio, cuando hay que decir algo que pese, cuando hay que rezar o proclamar algo con autoridad, es la Reina-Valera la que vuelve a hablar.
Y con razón. Porque en un mundo lleno de piedras listas para ser arrojadas, suena bien recordar, con voz de siglos:
"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra."
En tiempos de redes sociales, donde todo el mundo opina, sentencia, y "cancela", esta frase bíblica sigue funcionando como un freno necesario. No para desautorizar la crítica, sino para invitar a la autocrítica.
Porque sí: todos tenemos piedras en la mano alguna vez. Y todos tenemos algo que callar.