[REFLEXIÓN] El Dilema del Joven Autodidacta: Una Reflexión Sobre Educación y Realidad en República Dominicana
La Conversación Inevitable
En mis casi 40 años, he tenido el privilegio de conversar con jóvenes de todas las edades y perfiles. En esas charlas, siempre emergen tres tipos de estudiantes que definen el panorama educativo dominicano: el aspiracional que ve en la universidad su boleto de salida de la pobreza, el técnico que confía en que un buen oficio le bastará para prosperar, y el coleccionista de certificados que desconfía de la universidad pero se siente cada vez más frustrado al ver que sus diplomas digitales no se traducen en oportunidades reales.
Es de este último grupo del que quiero hablar hoy, porque representan una tragedia silenciosa que se repite una y otra vez en nuestro país.
El Coleccionista de Certificados: Un Retrato Familiar
Conocemos a este joven. Tiene la carpeta digital llena de certificados de Coursera, diplomas de workshops, badges de plataformas educativas. Sabe más de marketing digital que muchos licenciados en mercadeo, domina herramientas de programación mejor que algunos recién graduados de sistemas, entiende de emprendimiento más que ciertos portadores de MBA.
Pero cuando llega a la entrevista de trabajo, la primera pregunta no es "¿qué sabes hacer?" sino "¿de qué universidad te graduaste?" Y ahí se desmorona toda su construcción de conocimiento autodidacta.
Este joven ha bebido del ideal meritocrático más puro: "Si me preparo lo suficiente, si adquiero suficientes habilidades, el mundo tendrá que reconocerme". Es una filosofía hermosa, justa en teoría, pero que choca brutalmente contra la realidad del mercado laboral dominicano.
Lo que estos jóvenes experimentan es el choque entre la "nueva" cultura del aprendizaje rápido y la realidad de un mercado laboral que, en muchos aspectos, sigue siendo tradicionalmente credencialista. Se frustran porque hacen muchos cursos, se llenan de diplomas y certificados, pero donde quiera que van generan una impresión mínima, todo por el simple hecho de no tener una matrícula universitaria.
La frustración crece y crece. Es como construir una casa hermosa en terreno que no te pertenece: pueden venir y demolerla en cualquier momento, no por la calidad de la construcción, sino por la falta del título de propiedad.
Los Tres Destinos Predecibles
La experiencia me ha enseñado que estos jóvenes coleccionistas de certificados terminan en uno de tres caminos:
El Estancamiento del "Todólogo": Al hacer innumerables cursos cortos y desconectados, acumulan conocimientos superficiales. Pueden conseguir algunos trabajos freelance o de nivel inicial, pero cuando quieren ascender, competirán con profesionales que tienen una base teórica sólida y la misma experiencia práctica. Se convierten en personas fácilmente reemplazables porque no hay profundidad en su conocimiento.
La Rendición Tardía: Algunos persisten y, tarde o temprano, derrotados por la realidad, ingresan a la universidad perdiendo años valiosos. Lo que pudieron hacer a los 18, ahora lo hacen a los 25 o 28, con todas las complicaciones que eso implica.
El Limbo Permanente: Los más trágicos siguen nadando contra la corriente sin resultados positivos, perdidos en un limbo de competencias no reconocidas, cargando para siempre con la frustración de sentir que su éxito "no cuenta" sin la credencial.
La Montaña Que Se Vuelve Más Empinada
Habiendo llegado yo mismo a la universidad a los 29 años, puedo dar testimonio de algo que estos jóvenes necesitan entender: cada año que postergas trabajar dentro del sistema, la loma se hace más empinada.
Postergar la universidad parece inofensivo. "Empiezo el próximo año", "cuando tenga dinero", "cuando me organice mejor". Pero ese próximo año se convierte en tres, en cinco, y de repente ya no tienes 20, sino 28 o 30.
Y aquí la montaña cambia. A los 18 años, estudiar es un reto; a los 30, se convierte en un desafío cuesta arriba: más responsabilidades, menos tiempo, menos energía. El mismo camino que antes era una colina se transforma en una pendiente empinada.
Hoy, después de construir una carrera como profesor universitario, escritor de más de 20 obras, desarrollador y teólogo, puedo afirmar que todo fue posible, pero también que me costó el doble por haber empezado tarde. La diferencia entre estudiar a los 18 y a los 29 no es solo de edad; es de energía, responsabilidades, oportunidades perdidas y caminos que se vuelven más complejos.
El Credencialismo Como Realidad, No Como Ideal
República Dominicana vive bajo las reglas del credencialismo. No es que el sistema sea perfecto o justo; es que es el sistema que tenemos. Y mientras debatimos sobre si debería ser así, otros están aprovechando las reglas tal como existen.
El título universitario no es solo educación; es una llave. Una llave imperfecta, tal vez innecesaria en un mundo ideal, pero una llave al fin. Y cuando no tienes la bendición de buenas conexiones o padres con influencia, esa llave se convierte en tu única forma de acceso a conversaciones que de otra manera permanecen cerradas.
En nuestro país, el título universitario no garantiza el éxito, pero facilita la entrada al partido. Sin él, el camino existe, pero es más largo, más incierto y con más frustraciones. Sus currículums son descartados por los sistemas automáticos de reclutamiento que filtran por "educación superior completa". Ni siquiera llegan a ser leídos por una persona.
Lo más doloroso de esta situación es el desperdicio de talento real. Estos jóvenes pueden tener competencias genuinas, visión emprendedora, capacidades técnicas superiores. Pero el filtro universitario los excluye antes de que puedan demostrar su valor.
Al no tener una estructura académica que conecte sus conocimientos, les cuesta mucho "vender" su perfil de manera coherente. En una entrevista, pueden decir que saben hacer 10 cosas diferentes, pero el reclutador, en lugar de verlo como alguien polivalente, puede interpretarlo como alguien disperso, sin un plan de carrera claro.
Recomendar la universidad estatal no es conformismo; es estrategia. No es rendirse ante el sistema; es entenderlo lo suficientemente bien como para dominarlo.
La verdadera rebeldía no está en rechazar las reglas, sino en usarlas para llegar a una posición donde puedas cambiarlas. Puedes transformar el sistema desde adentro, pero primero tienes que entrar.
Mi consejo es directo: aunque no te encante, aunque no lo veas como indispensable, empieza la universidad. Hazlo en la estatal, en una nocturna, en una virtual, en lo que esté a tu alcance. Compleméntalo con cursos, oficios, proyectos personales, pero no dejes esa base para mañana.
El simple hecho de tener en el CV "Estudiante de Mercadeo, UASD" ya le abre puertas que antes estaban cerradas. Cambia tu perfil de "persona con cursos" a "futuro profesional en formación".
La Urgencia del Presente
El tiempo no es neutral. Cada año que estos jóvenes postergan la decisión universitaria, sus contemporáneos están graduándose, construyendo redes, accediendo a oportunidades. La brecha se amplía, y lo que hoy parece una decisión postergable, mañana se convierte en una desventaja permanente.
La universidad, aunque la perciban como lenta, les dará un marco teórico para organizar todos esos conocimientos sueltos que han adquirido. Empezarán a conectar los puntos. Les expone a profesores, a compañeros con diferentes puntos de vista y a la necesidad de trabajar en equipo, cumplir plazos y manejar la frustración.
La solución no es abandonar los cursos o dejar de desarrollar habilidades. Es combinar esa sed de conocimiento con la inteligencia estratégica de obtener la credencial que abre puertas.
Imaginen lo imparable que sería un joven con la pasión autodidacta para los cursos Y el respaldo formal de un título universitario. Esa combinación no solo te hace competitivo; te hace revolucionario dentro del sistema.
Cuando la tecnología o el mercado cambien—y lo harán muy rápido—la persona que solo aprendió la herramienta "de moda" se quedará obsoleta. El profesional con una base teórica sólida tendrá una capacidad mucho mayor para adaptarse, aprender la nueva tecnología y entender los principios que la sustentan.
La Sabiduría de Jugar para Ganar
No se trata de rendirse ante un sistema imperfecto, sino de entenderlo lo suficientemente bien como para dominarlo. La universidad estatal está ahí, accesible, esperando. No tiene que ser perfecta; solo tiene que ser tu boleto de entrada.
El sistema puede cambiar algún día, pero hoy sigue siendo el mismo: se respeta más al que tiene un título universitario. Y en este juego de la vida, no gana quien más se queja de las reglas, sino quien sabe usarlas a su favor.
La loma es empinada, pero se puede subir. Y mientras más joven empieces, menos empinada será. El mundo necesita jóvenes talentosos que entiendan tanto el valor del conocimiento como las reglas del juego. Necesita coleccionistas de certificados que también sean portadores de títulos.
Porque al final, la pregunta no es si el sistema debería valorar más las competencias que las credenciales. La pregunta es: ¿estás dispuesto a esperar a que el mundo cambie, o vas a cambiar tu estrategia para conquistar el mundo tal como es?
No esperes a que la montaña se vuelva más empinada. Empieza a subirla ahora, mientras la energía y la juventud están de tu lado.