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[OPINIÓN] Santiago Matías (Alofoke) y La Oportunidad Perdida: Cuando la Tribuna Quedó Vacía

Una reflexión sobre Santiago Matías y la ausencia que habló más fuerte que cualquier comunicado

Santo Domingo, 8 de octubre de 2025 — Esta mañana tuve un intercambio con Santiago Matías en redes sociales que me dejó reflexionando sobre algo más profundo que una simple ausencia. Me dejó pensando sobre el poder, la responsabilidad y las oportunidades que a veces dejamos pasar sin dimensionar su verdadero costo.

Permítanme compartir lo que ocurrió y por qué creo que todos perdimos algo importante hoy.

El Contexto

El Senado de la República convocó a una vista pública histórica sobre el Proyecto de Ley de Libertad de Expresión y Medios Audiovisuales. Se extendieron invitaciones a las voces más importantes del ecosistema mediático dominicano: dueños de medios tradicionales, representantes de asociaciones de radiodifusoras, periodistas establecidos y, significativamente, a Santiago Matías (Alofoke), la figura mediática digital más influyente del país.

Cuando vi que Santiago había aceptado la invitación, me pareció un acierto histórico del Senado. Santiago no solo agradeció formalmente en sus redes sociales, sino que en su acostumbrado podcast nocturno extendió felicitaciones al organismo legislativo por haberlo incluido. Y tenía razón en reconocerlo: su figura es imprescindible en las conversaciones digitales actuales. No estamos hablando de cualquier influencer, sino del creador detrás de La Casa de Alofoke, el fenómeno que cosechó la friolera de 328 millones de visualizaciones y sumó aproximadamente 10 millones de views diarios. Su voz representa a un sector masivo que consume medios de formas que la vieja guardia ni siquiera comprende del todo.

Me alegré genuinamente de que el Senado hubiera entendido el momento histórico y reconocido el peso de esa voz. Hasta ahí, todo parecía encaminarse hacia un debate rico, diverso, necesario.

Pero entonces llegó el día de la vista pública y ocurrió algo sorpresivo e inesperado.

Horas antes del evento, Santiago publicó un extenso comunicado explicando su ausencia por "razones de agenda" y delegando su participación en su equipo técnico y legal. Al leerlo desde mi cuenta de Instagram, sentí la necesidad de comentar públicamente. No desde la crítica destructiva o el "hate" fácil, sino desde la preocupación genuina de alguien que entiende lo que estaba en juego.

Comenté como uno más entre los miles que suelen interactuar con sus publicaciones, sin esperar mayor atención. Pero algo inesperado sucedió: Santiago fijó mi comentario entre todos los demás y decidió responderme directamente. Ese intercambio, esa conversación pública que se generó, me hizo reflexionar profundamente sobre algo fundamental: el costo de las oportunidades no tomadas.

Mi Comentario y Lo Que Intentaba Decir


Escribí: "Simbólicamente tu presencia allí lo que podría generar el peso reflexivo no necesariamente es que iba a haber una reacción favorable por el simple hecho de estar ahí. El Senado podrá decir que cumplió con incluirte como todo ejercicio democrático -así fue- pero subestimas en ocasiones tu capacidad de polarizar la conversación y más en espacios necesarios como estos."

No estaba cuestionando sus razones de agenda. Estaba señalando algo más profundo: su presencia física en ese recinto tenía un valor que ningún comunicado, por extenso y bien argumentado que fuera, podría replicar.

Lo Que Se Perdió (Y Por Qué Me Importa)

La ausencia de Santiago en el Senado no solo privó al debate de su perspectiva, sino de algo más fundamental: el peso simbólico que solo él podía aportar.

No se trataba solo de presentar argumentos (eso lo hace un documento). Se trataba de:

  1. Legitimar el debate con su presencia como representante de los nuevos medios
  2. Polarizar la conversación en el buen sentido: forzar a los actores tradicionales a confrontar la nueva realidad mediática cara a cara
  3. Generar presión simbólica sobre los senadores que deben votar
  4. Dejar constancia histórica de que la voz digital más importante del país estuvo presente cuando se escribían las reglas que nos afectarán a todos

Su Respuesta y Mi Reflexión


Santiago respondió a mi comentario señalando que "había dueños de medios tradicionales que están del lado de la censura" y que por eso su presencia no habría cambiado nada.

Aquí es donde discrepo respetuosamente. Y no es desde la crítica fácil, sino desde el convencimiento de que Santiago subestima su propio poder e influencia.

Precisamente porque esos dueños de medios tradicionales estaban allí era que su presencia se volvía crucial. Sin contrapeso en la sala, sin alguien que pudiera articularles frente a frente las consecuencias de excluir a los creadores digitales del INACOM, sin quien les recordara con autoridad que la comunicación ya no es solo televisión y radio, el debate quedó desbalanceado.

Yo creo firmemente que Santiago subestima su capacidad de influir, no por convencer a esos dueños de medios (eso probablemente no habría pasado), sino por forzar a los senadores a ver en vivo la confrontación de dos visiones de país. Eso tiene un impacto que ningún papel puede lograr.

El Comentario Incómodo (Pero Necesario)

Otro usuario comentó: "Luego está de resentido con las élites que no lo incluyen". Cuando lo leí, sentí que tocaba una verdad incómoda que merece ser discutida sin tapujos.

Santiago Matías ha construido su marca sobre la base de ser la voz anti-establishment, el que confronta al poder, el que no se deja intimidar por nadie. Y yo admiro eso. Genuinamente. Pero cuando el establishment finalmente abre la puerta y lo invita a la mesa donde se toman las decisiones, no aparecer envía un mensaje contradictorio.

¿Cómo se puede denunciar exclusión cuando se rechaza la inclusión?

No estoy diciendo que Santiago le deba nada al establishment. Pero sí le debe algo a todos los creadores de contenido digital, a todos los comunicadores independientes, a todos los que ven en él un referente. Y ese "algo" era estar en esa sala representando ese sector cuando más importaba.

Las Propuestas Valiosas Que No Tuvieron Defensor

Leí el comunicado completo de Santiago. Tiene propuestas sólidas y bien fundamentadas:

  • Incluir creadores de contenido digital en el Consejo Asesor del INACOM
  • Someter sanciones del INACOM al control judicial previo
  • Despenalizar difamación e injuria, trasladándolas al ámbito civil
  • Eliminar del Código Penal figuras que penalicen crítica o ultraje a funcionarios
  • Protección especial para periodismo de investigación criminal

Son ideas brillantes. Ideas que merecían ser defendidas en vivo, debatidas, cuestionadas, refinadas bajo fuego. Un documento las presenta; una persona en una tribuna las hace vivir.

Y aquí está mi punto: Santiago tiene algo que ningún abogado de su equipo legal tiene. Tiene la capacidad de traducir conceptos legales complejos en narrativas que la gente entiende. Tiene el carisma para hacer que los senadores sientan el peso de cada palabra. Tiene la credibilidad de haber vivido en carne propia lo que significa ser "difamado, injuriado y calumniado" (como él mismo escribió en su comunicado).

Nadie más podía dar ese testimonio con esa fuerza. Y eligió no hacerlo.

Por Qué Escribo Este Artículo

Podrían preguntarme: ¿por qué me importa tanto? ¿Por qué no simplemente aceptar su decisión y seguir adelante?

Porque yo, como muchos otros, veo en Santiago Matías no solo a un comunicador exitoso, sino a alguien que ha logrado algo que muy pocos han conseguido en este país: construir poder mediático real desde cero, fuera de las estructuras tradicionales.

Eso es valioso. Eso es importante. Eso representa algo más grande que él mismo.

Y cuando alguien con ese poder decide no usarlo en un momento crucial, siento que tenemos el derecho —y la responsabilidad— de señalarlo. No desde el odio, no desde la envidia, sino desde el genuino deseo de que entienda el alcance de su influencia.

Por Qué Sospecho Que Los Abogados Aconsejaron a Santiago No Ir

Aquí quiero hacer una reflexión que creo importante: mi intuición me dice que este cambio de último momento fue más bien un consejo legal y técnico que una decisión puramente personal de Santiago.

¿Por qué lo creo? Porque en los días previos a la vista pública, la actitud de Santiago no era retadora ni desafiante. Todo lo contrario: fue colaborador, agradecido y hasta elogioso con el Senado por haberlo incluido. Públicamente expresó su satisfacción de que su voz fuera tomada en cuenta. No había señales de confrontación ni de rechazo.

Entonces, ¿qué cambió?

Sospecho que entre la aceptación inicial y el día del evento, su equipo legal —probablemente con las mejores intenciones— le presentó un análisis de riesgos. Y ese análisis, técnicamente impecable pero políticamente miope, pudo haber incluido argumentos como:

  • "Si vas y dices algo equivocado, podrían usarlo en tu contra"
  • "El comunicado escrito nos permite controlar exactamente el mensaje"
  • "No sabemos qué preguntas te harán los senadores, mejor no exponerte"
  • "Los dueños de medios tradicionales van a estar ahí, podrían confrontarte"
  • "Tu presencia podría ser malinterpretada o politizada"

Todos esos argumentos son técnicamente válidos. Un abogado competente, pensando en proteger a su cliente, probablemente daría exactamente ese consejo. El problema es que ese pensamiento legal-defensivo ignora completamente el valor estratégico y político de la presencia física en momentos históricos.

Los abogados están entrenados para minimizar riesgos, no para maximizar oportunidades de impacto social. Y aquí, tristemente, creo que el instinto de protección legal venció al instinto de liderazgo político que Santiago había demostrado inicialmente.

No critico a los abogados por hacer su trabajo. Los critico por no entender que a veces el mayor riesgo es no tomar el riesgo. Que a veces un comunicado perfectamente redactado vale menos que una sola frase dicha con pasión frente a los senadores correctos en el momento correcto.

Santiago, si efectivamente fue tu equipo legal quien te desaconsejó ir, quiero que sepas algo: ellos velaron por tu seguridad jurídica individual, pero sacrificaron tu oportunidad de liderar un movimiento. Y eso, en el largo plazo, puede ser más costoso que cualquier riesgo legal que hubieras enfrentado en esa sala.

El Poder de la Presencia Física (Que Un Digital Debería Entender Mejor Que Nadie)

Hay una ironía que no puedo evitar señalar: el comunicador digital más exitoso del país optó por un comunicado escrito en lugar de usar su herramienta más poderosa: su capacidad de articular ideas en tiempo real, de conectar con audiencias, de hacer que los argumentos técnicos se vuelvan narrativas comprensibles.

Santiago sabe mejor que nadie el poder de la comunicación directa. Lo hace todos los días en sus plataformas. Pero precisamente por eso, debió entender que el Senado no es un podcast... y que por eso mismo su presencia allí habría sido devastadoramente efectiva.

Llevar el lenguaje, la energía y la claridad de los nuevos medios al recinto legislativo habría sido, en sí mismo, un acto político revolucionario.

Lo Que Viene Ahora (Y Por Qué Me Preocupa)

El proyecto de ley seguirá su curso. Con o sin Santiago Matías, el Senado votará. Se incluirán o excluirán enmiendas. Se tomarán decisiones que afectarán a todos los que trabajamos en el ecosistema digital.

Y cuando eso pase, cuando Santiago critique lo que se apruebe (porque estoy seguro de que lo hará), una parte de mí se preguntará: ¿Habría sido diferente si hubieras estado allí?

No lo sabremos nunca. Y eso, precisamente, es lo que más me duele de todo esto.

Mi Conclusión Personal

No escribo esto para "tirarle" a Santiago Matías. De hecho, espero que lea esto y entienda que viene desde el respeto y la admiración por lo que ha logrado.

Escribo esto porque creo que todos tenemos puntos ciegos. Y uno de los puntos ciegos de Santiago parece ser la dimensión real de su influencia y el peso que su presencia física tiene en ciertos espacios.

Cuando le dije que "subestima su capacidad de polarizar la conversación", lo decía literalmente. Yo creo que él no dimensiona completamente el impacto que habría tenido verlo sentado en esa mesa del Senado, confrontando cara a cara a los representantes del viejo orden mediático.

Las tribunas vacías no hacen eco. Y hoy, cuando más necesitábamos que esa tribuna resonara con una voz nueva, con una perspectiva digital, con la representación de millones de dominicanos que consumen contenido de formas que la ley está intentando regular, esa voz brilló por su ausencia.

Una Última Reflexión

Santiago, si lees esto (y espero que lo hagas), quiero que sepas algo: mi comentario no vino desde la mala fe. Vino desde la convicción de que representas algo importante para muchos de nosotros que también navegamos estos espacios digitales, que también creemos en la libertad de expresión, que también queremos ser parte de la construcción de un país mejor.

Pero para construir, a veces hay que estar presente. Físicamente presente. Incómodamente presente.

Tu comunicado era excelente. Tus propuestas, sólidas. Tu equipo legal, seguramente competente.

Pero ninguno de ellos es tú. Y en ese Senado, hoy, se necesitaba a Santiago Matías, no a un documento con su firma.

La democracia es imperfecta. Las instituciones, lentas. Los procesos, frustrantes. Lo sé. Pero son el campo de juego que tenemos. Y cuando nos invitan a jugar, cuando nos dan un micrófono en el momento justo, tenemos que aparecer.

Porque si no lo hacemos nosotros, los que tenemos voz y plataforma, ¿quién lo hará?


"Regulemos para ampliar voces, no para apagarlas" — dice tu comunicado.

Hermoso lema, Santiago. Lo comparto completamente.

Pero las voces solo se amplifican cuando se hacen presentes donde realmente importa. Y hoy, donde más importaba, tu silla quedó vacía.

Espero que la próxima vez sea diferente.

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