Últimamente he estado leyendo un poco sobre la obra de James Clear, particularmente su bestseller "Hábitos Atómicos". Como suele suceder con los buenos libros, hay ciertas palabras, conceptos o frases que llaman poderosamente la atención y se quedan resonando en la mente mucho después de cerrar el libro. Una de esas frases que me impactó profundamente fue: "La motivación está sobrevalorada; el entorno suele ser más importante".
Al leer esa declaración, sentí una conexión inmediata con el concepto. No era solo una idea teórica interesante, sino algo que resonaba profundamente con mi experiencia diaria como docente. De repente, muchas observaciones que había hecho a lo largo de mis años en el aula comenzaron a cobrar sentido bajo esta nueva perspectiva.
La Realidad del Aula: Dos Mundos Diferentes
En mi experiencia docente, he tenido la oportunidad de trabajar con diferentes grupos, y hay algo que siempre me ha llamado la atención: existen grupos donde todos los estudiantes son aplicados y muestran un genuino interés por obtener buenas calificaciones. En estos salones, hay una energía particular, una cultura implícita donde el esfuerzo académico es la norma, no la excepción.
Lo fascinante es observar cómo en estos grupos, incluso aquellos estudiantes que inicialmente podrían no tener esa motivación intrínseca hacia el estudio, se ven naturalmente "arrastrados" hacia comportamientos más disciplinados. Es como si el contexto mismo los obligara a ejercer actividades relacionadas con el aprendizaje, simplemente porque todos buscan tener buenas notas y esa es la cultura dominante del grupo.
Por el contrario, también he experimentado el caso opuesto: cursos donde la indisciplina es mayor y donde la recompensa de tener buena nota no parece ser atractiva. En estos grupos, incluso estudiantes con potencial académico tienden a adoptar actitudes de indiferencia hacia la clase, ser indisciplinados o simplemente no esforzarse mucho. Lo más triste es que, al final del año, muchos se dan cuenta de que cometieron un error, que perdieron mucho tiempo cuando reprueban, pero en el momento, estudiar no representaba una recompensa atractiva para ellos.
El Poder Invisible del Entorno Social
Esta observación me hizo reflexionar sobre el verdadero poder del contexto social en el aprendizaje. En los grupos disciplinados, no es que los estudiantes tengan necesariamente más "fuerza de voluntad" o estén más "motivados" de manera individual. Simplemente están inmersos en un entorno donde:
- El esfuerzo académico es visible y valorado socialmente
- Estudiar es el comportamiento normal, no la excepción
- La recompensa social por el buen rendimiento es inmediata
- Pertenecer al grupo significa adoptar hábitos de estudio
En contraste, en los grupos donde predomina la indisciplina:
- La indiferencia académica se convierte en la norma social
- Esforzarse puede incluso separarte del grupo
- La recompensa social inmediata viene de "ser relajado"
- Las consecuencias académicas son demasiado lejanas para competir con la aceptación social inmediata
Estrategias Implementadas: Diseñando el Contexto para el Éxito
A partir de esta observación sobre el poder del contexto versus la motivación individual, comencé a implementar estrategias específicas para crear ambientes más conducentes al aprendizaje en mis clases futuras:
1. Rediseño del Ambiente Físico
- Reorganicé la disposición del aula para facilitar la participación y la colaboración
- Creé espacios visuales donde el progreso académico fuera visible para todos
- Establecí "zonas de reconocimiento" donde se destacaban los logros, tanto grandes como pequeños
2. Establecimiento de Normas Grupales Explícitas
- Al inicio de cada curso, dedicaba tiempo a establecer colectivamente las expectativas del grupo
- Hacía explícito que "en esta clase, nos esforzamos y nos apoyamos mutuamente"
- Creaba rituales de clase que reforzaran la identidad de "grupo que aprende"
3. Sistema de Recompensas Inmediatas
- Implementé un sistema de reconocimiento que no esperara hasta el final del semestre
- Celebraba públicamente pequeños avances y esfuerzos, no solo resultados finales
- Creé oportunidades para que los estudiantes se reconocieran mutuamente
4. Agrupación Estratégica
- Formé equipos de trabajo mezclando estudiantes con diferentes niveles de motivación
- Aseguré que en cada grupo hubiera al menos un "modelo" de buen comportamiento académico
- Roté los grupos regularmente para que todos tuvieran la oportunidad de liderar y ser liderados
5. Hacer Visible el Proceso, No Solo los Resultados
- Creé tableros donde se mostraba el progreso del aprendizaje, no solo las calificaciones finales
- Implementé presentaciones regulares donde los estudiantes compartían sus descubrimientos
- Establecí momentos para reflexionar sobre el proceso de aprendizaje, no solo sobre los contenidos
¿Por Qué Esta Pregunta Nos Desafía Como Maestros?
Esta reflexión sobre el contexto versus la motivación plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿Estamos usando la falta de motivación de nuestros estudiantes como excusa para no evolucionar nuestra práctica docente?
Si descansamos en la motivación como base fundamental para explicar por qué el estudiante no crece o progresa, sencillamente nos estamos "lavando las manos" como Poncio Pilato. Es demasiado fácil decir: "el joven no está motivado, el estudiante no le interesa, yo no tengo otra responsabilidad más que facilitar la clase y seguir con mi metodología". Esta actitud, aunque comprensible, nos coloca en una posición cómoda pero improductiva.
El concepto de Clear me desafía en el sentido de que tengo que obligatoriamente crear condiciones para que el entorno sea diferente. Al asumir esta realidad como parte de mi cambio en la práctica docente, me veo obligado a utilizar metodologías un poco más atractivas, estrategias que me saquen de mi zona de comodidad, enfoques que requieren más creatividad y esfuerzo de mi parte.
Reconozco que esto puede ser un tanto difícil para algunos docentes. Especialmente para aquellos que se encuentran en grupos o entornos donde hay muchos estudiantes indisciplinados. Cuando no logramos revertir esa situación (por circunstancias que todos conocemos: recursos limitados, aulas sobrepobladas, falta de apoyo institucional, problemas socioeconómicos de los estudiantes), la tentación es sencillamente recaer en culpar al niño y su falta de motivación como la causa de su reprobación.
Pero aquí está el punto crucial: en lugar de resignarnos, el verdadero desafío profesional es motivarnos nosotros a cambiar ese contexto para que ese niño pueda cambiar su actitud hacia el aprendizaje.
Esta perspectiva nos coloca frente a una responsabilidad profesional ineludible. No se trata de culparnos por todos los problemas del sistema educativo, sino de reconocer el ámbito real de nuestra influencia y maximizar nuestro impacto dentro de ese espacio.
Cambiar el enfoque de "este estudiante no está motivado" a "¿cómo puedo diseñar un contexto donde este estudiante encuentre razones para involucrarse?" no es solo una diferencia semántica. Es un cambio fundamental en nuestra identidad profesional: de transmisores de contenido a arquitectos de experiencias de aprendizaje.
Reflexión Final: El Contexto Como Herramienta Pedagógica
Esta experiencia me enseñó que como educadores, tenemos un poder enorme para moldear el contexto en el que nuestros estudiantes aprenden. En lugar de depender únicamente de la motivación individual de cada estudiante (que es variable e impredecible), podemos diseñar conscientemente entornos donde los comportamientos que queremos ver se vuelvan naturales, fáciles y socialmente recompensados.
La frase de James Clear no solo se aplica a los hábitos personales, sino que tiene profundas implicaciones para la educación. El contexto que creamos en nuestras aulas puede ser más determinante para el éxito académico de nuestros estudiantes que su motivación individual inicial.
Esto no significa que la motivación personal no importe, sino que es mucho más efectivo crear las condiciones ambientales y sociales donde esa motivación pueda florecer naturalmente. Al final del día, los estudiantes no solo aprenden contenidos en nuestras clases; aprenden comportamientos, hábitos y formas de relacionarse con el conocimiento que los acompañarán mucho más allá del aula.
La próxima vez que observe diferencias significativas en el rendimiento entre grupos, ya no me preguntaré tanto "¿por qué estos estudiantes no están motivados?" sino "¿qué contexto estoy creando y cómo puedo diseñarlo mejor para que el aprendizaje sea la opción más natural y atractiva?" Por supuesto, estas ideas hay que reproducirlas en grupos donde se compartan las preocupaciones en común, para que así desde adentro, se trabaje en esa misma dirección para así lograr esa soñada transformacion de nuestro sistema público educativo.