"No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta." - Romanos 12:2 (NVI)
En un pasaje que probablemente hayamos leído muchas veces, examinamos desde una perspectiva fresca una verdad fundamental y relevante para nuestros tiempos: la imperiosa necesidad -diría urgencia- de renovar nuestra mentalidad, o como me gusta decir llanamente: cambiar nuestra forma de pensar.
Pero, ¿Qué pasaría si Pablo escribiera estas ungidas y sagradas palabras en una época como esta, donde las pantallas modernas, la voraginosa tecnología y la inteligencia artificial es omnipresente en todo que hacemos de manera cotidiana? Seguramente, si el apóstol Pablo estuviera entre nosotros hoy, probablemente nos confrontaría con estas palabras contundentes pero que resuenan con naturalidad contemporánea: "actualicen sus mentes". Si, "actualicen su sistema de pensar". Punto.
Pero cuidado con este ejercicio cronomático; no se trataría del tipo de actualización que busca nuestra comodidad o el mero placer o disfrute de una experiencia, sino de una que produce transformación genuina. En un mundo obsesionado cada vez más, con las últimas versiones de software y dispositivos inteligentes, Pablo nos recordaría que existe una actualización mucho más profunda y necesaria: la renovación de nuestra mente.
La Obsolescencia Espiritual: Un Peligro Real
Vivimos en una era donde todo se vuelve obsoleto rápidamente. Los teléfonos, las computadoras, incluso los automóviles necesitan actualizaciones constantes para funcionar óptimamente. De manera similar, existe un fenómeno que podríamos llamar "obsolescencia espiritual" – no porque la Palabra de Dios cambie, porque esta permanece inmutable, sino porque nuestros métodos para comunicarla y vivirla pueden quedarse estancados en el tiempo.
La verdad de Dios es eterna e inalterable. Las Escrituras nos aseguran que "la hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre" (Isaías 40:8). Sin embargo, la forma en que presentamos esta verdad eterna debe conectar con cada generación de manera relevante y poderosa.
El Mensaje Permanece, Los Métodos Evolucionan
Jesús mismo nos enseñó este principio. Su mensaje central nunca cambió: el Reino de Dios había llegado, era necesario arrepentirse y creer en el evangelio. Pero observemos cómo varió sus métodos: a veces enseñaba en parábolas, otras veces de manera directa; unas ocasiones en el templo, otras en una barca o en una montaña; con algunos fue gentil, con otros, confrontativo.
El Salvador entendía que el vino nuevo requiere odres nuevos (Marcos 2:22). No se trataba de cambiar la esencia del mensaje, sino de presentarlo de maneras que penetraran los corazones de su audiencia específica.
La Incomodidad del Cambio Divino
El mensaje de Jesús nunca fue diseñado para que nos sintiéramos cómodos. Desde el principio, fue un mensaje de cambio radical, de alteración del sistema establecido, de santa molestia que desafía nuestras zonas de confort. Cuando Dios actualiza nuestras mentes, inevitablemente incomoda a quienes prefieren permanecer en el estado anterior.
Esta incomodidad es especialmente pronunciada entre los más resentidos con el cambio. Son aquellos que han construido su identidad espiritual alrededor de métodos específicos más que alrededor de la persona de Cristo. Cuando Dios nos llama a actualizar nuestros enfoques, pueden sentirse amenazados, como si estuviéramos atacando la fe misma.
El Caso de Juan el Bautista: Una Lección Profunda
Uno de los ejemplos más sorprendentes de esta resistencia al cambio lo encontramos en Juan el Bautista. A pesar de ser contemporáneo de Jesús, su primo, y testigo presencial del momento cuando el Espíritu Santo descendió como paloma y el Padre declaró su complacencia en Cristo, Juan luchó con dudas sobre la relevancia del ministerio de Jesús.
Desde la prisión, Juan envió a sus discípulos a preguntar: "¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?" (Mateo 11:3). Este momento nos enseña algo profundo: incluso quienes han tenido encuentros sobrenaturales con Dios pueden resistir la actualización que Él requiere.
Juan había sido ungido para preparar el camino, pero cuando llegó el momento de la actualización - cuando el ministerio de Jesús comenzó a tomar forma - tuvo dificultades para ajustar su perspectiva. Su método (bautismo de arrepentimiento) había sido poderoso, pero ahora Dios estaba introduciendo algo nuevo: el bautismo en el Espíritu Santo y fuego.
La Transformación Que Dios Busca
La actualización que Dios desea en nosotros no es superficial. No se trata simplemente de cambiar nuestras estrategias ministeriales o adoptar nuevas tecnologías. Es una renovación profunda de nuestra manera de pensar, de procesar la realidad, de entender Su propósito en nuestra generación.
Cuando Pablo nos exhorta a ser transformados mediante la renovación de nuestra mente, utiliza la palabra griega "metamorfosis" - la misma transformación radical que experimenta una oruga al convertirse en mariposa. No es un ajuste menor; es un cambio de naturaleza, o como se traduciría literalmente: un cambio de mentalidad.
Aplicación Práctica Para Hoy
¿Cómo podemos renovar nuestra mente en un tiempo de desafíos con tantas exigencias?
¿Cómo actualizar nuestra forma de pensar en Cristo sin comprometer la integridad de nuestro mensaje?
¿Cómo cambiar de mentalidad sin perder de vista el objeto de nuestra fe?
1. Examina tus métodos: ¿Estás apegado a formas específicas de hacer las cosas simplemente porque "siempre se han hecho así"? Dios puede estar llamándote a actualizar tus enfoques mientras mantienes firme Su mensaje.
2. Abraza la incomodidad: Si el proceso de crecimiento espiritual te resulta cómodo, es posible que no esté ocurriendo una verdadera transformación. Dios a menudo nos saca de nuestras zonas de confort para llevarnos a nuevos niveles de efectividad.
3. Mantén la humildad: Como Juan el Bautista, reconoce que siempre hay más que aprender sobre Jesús y Su obra en el mundo. La actualización espiritual requiere humildad para admitir que nuestros paradigmas pueden necesitar ajustes. Cuando actualizas, dices cómo Juan "es necesario que yo mengüe para que El crezca" (Jn 3:30) pero cuando no renuevas el enfoque también preguntas "¿Eres tú el que habías de venir o vendrá otro? (Lucas 7:19-23)
4. Distingue entre esencia y método: Afírmate firmemente en las verdades inmutables de la fe mientras permaneces flexible en la manera de comunicarlas y vivirlas. Solo de esa manera vamos a poder comprobar lo bueno, agradable y perfecta que es la voluntad de Dios. Cuando nuestra mente se "actualiza" en Él, nos será más fácil entender sus propósitos y sus designios, entenderemos definitivamente su manera de obrar y comprendemos sin quizás, su santa voluntad.
Conclusión
La actualización que Dios busca en nuestras vidas no amenaza la ortodoxia de nuestra fe; la fortalece. Cuando permitimos que Él renueve nuestras mentes, nos volvemos más efectivos en presentar Su verdad eterna a un mundo en constante cambio.
No tengamos miedo de la transformación que el Espíritu Santo desea obrar en nosotros. El mismo Dios que fue relevante para la generación de Pablo, para la de Juan el Bautista, y para cada generación intermedia, desea ser poderosamente relevante para la nuestra.
La pregunta no es si Dios quiere actualizar algo en nuestras vidas, sino si estamos dispuestos a cooperar con Él en el proceso de transformación. ¿Permitirás que Él renueve tu mente hoy?
"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor." - 2 Corintios 3:18