Vivimos en una época que se cree profundamente moral, pero que en realidad está obsesionada con los relatos simples. Queremos héroes y villanos, víctimas y culpables, como si la vida fuera una serie con capítulos bien cerrados y un guion predecible. En ese contexto, la redención real —la de alguien que estuvo en la oscuridad y logra salir— no encaja. Molesta, incomoda, genera sospecha. Nos cuesta aceptar que una persona que hizo daño, o que se hundió en el consumo, pueda transformarse y empezar de nuevo. No porque no creamos en el cambio, sino porque rompe nuestra narrativa de justicia . El mundo real no tiene moraleja, y eso nos descoloca. Para un botón, este tuit: Que paja cuando los ex drogadictos te quieren dar lecciones de vida, hermana tuviste que tener un par de sobredosis para aprender que quizás desayunar keta no era una buena idea así que no me rompas las pelotas a mi que la sustancia más peligrosa que consumí fue el jugo rinde 2 — Isabella 9/11 ✈️ (@IsaEvermore13) No...
Un rincón en medio del alborotado internet de siempre. Una voz en medio del bullicio normalizado.